El Bruche espía la red

viernes, junio 4

100 películas que deberías ver

A pedido de un amigo, voy a hacer una lista de cien película que disfruté de ver y que recomendaría sin temor.
Convengamos que no es una de esas listas de las "100 mejores películas" porque faltarían todas las películas de Hitchcok, Rosselini, Bergman, Truffaut, Eiseintein y todos los monstruos del cine. No es una lista de clásicos como Casablanca, el Halcón Maltés o Roma Ciudad Abierta, aunque hay salpicados algunas películas que podrían llevar ese adjetivo sin vergüenza. Tampoco es un top100 de lo que yo pienso es lo mejor del cine, sino el que me gustó más. Y mucho menos es completa, porque de hecho no vi ni la décima parte del cine que me hubiera gustado ver.
O sea, una lista más al pedo:

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sábado, julio 4

¿Hasta cuándo dijo, señor doctor?

¿Será nomás como dice mi amigo Gabriel, que todo esto no es otra cosa que una nueva campaña antiargentina? ¿Será nomás? Porque si es así vamos a tener que salir a los gritos, ya no con la consigna de derechos y humanos, sino de acostados y embarbijados y recorrer las ciudades cantando “el que no salta tiene tos”, o “ni gripe ni anginas, ¡inmunodeprimidos!”.
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viernes, junio 12

Somos todos unos imbéciles

El otro día leía que la aerolínea francesa, que cuenta con más de doscientas almas en su haber –al menos en el último año-, está diciendo ahora que es muy probable que hayan estado entre la tripulación del bendito Airbus dos personas que estaban siendo investigadas por terrorismo. O sea, la mejor forma de zafar de la impericia propia o el mal estado de algún aparatejo que desplomó esa mole con alas al mar es ponerle la cola no al burro, sino a la Jihad. Pero yo me pregunto, ¿somos nosotros los pelotudos, nos tratan de pelotudos o son ellos directamente los pelotudos?
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lunes, mayo 28

Richelieu era un tipo muy quisquilloso


Una nueva curiosidad que involucra al bueno de Richelieu...
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viernes, abril 20

Esos veinticuatro segundos dichosos


Ya pasó un montón de tiempo, pero mejor lo escribo ahora ante el temor de olvidarlo de nuevo. ¿Se acuerdan de aquella entrada de los avestruces? Un prestigioso lector de esta humilde columna, Roy Centeno, me señaló el significado de dónde proviene la creencia que el avestruz entierre la cabeza ante los peligros. Según Roy, la forma de cazar a las avestruces es con boleadoras o armas similares, entonces, si el animalejo corre y la enganchan de un tiro, el artilugio se le embarulla en las patas y chau picho, caen como mosquitos. Pero la naruraleza es sabia, a pesar del ornitorrinco, y le enseñó a la avestruz que si cuando ve venir una boleadora baja la cabeza, la misma se enredará en tres puntos, las dos patas y el cuello, y cuando vuelva a levantar la frente se pueda desatar facilmente y poder escapar de la parada. Como explicación, está buena, la fuente es un pensador irrefutable, y yo no disponía de nada mejor, asi que por la presente se expende el siguiente certificado de autenticidad y se corrije la primera emisión de este folletín. Ahora pasemos a lo nuevo.
Desde que llegué a Madryn -porque vivo en Madryn, para aquellos lectores que lo desconocían- noté la gran afición al deporte que tiene la ciudad, buceo, natación, atletismo, fútbol, básquet; por todos lados y a todas horas se puede respirar el espíritu olímpico. Pero especialmente me llamó la atención la masividad del deporte de los dos aros, ya que no era una disciplina muy cercana a mi. Al tiempo fui conociéndolo y comprendiéndolo mejor. Pero todavía me quedaba una duda. ¿Vieron el reloj de los 24 segundos? Es lógica su función, hay que tirar al aro antes que transcurran los mismos, sino sería medio un plomazo cada partido, pero... ¿Por qué 24 segundos y no 25, ó 30 ó tal vez 26? Esas preguntas que uno se hace justo antes de dormirse y no lo dejan conciliar el sueño? Veamos si esta explicación satisface nuestra inagotable sed de información.
Allá por 1954 Danny Biasone, recién comprador del equipo Syracuse Nationals,viendo el plantón que era ver al grandote que no largaba la pelota se le ocurrió lo del tiempo límite y desarrolló el reloj que luego se impondría a toda la Liga Nacional de Baloncesto. Parece que este buen señor sacó lápiz y papel y calculó que en cada partido se hacían, promedio, 120 tiros al aro, por otro lado los partidos de la liga duraban 48 minutos, o sea, 2.880 segundos, por lo tanto, después de una simple división, dedujo que se hacía un tiro cada 24 segundos. ¡Voilá! Ya tenemos nuestros 24 segundos. Pero muchos de ustedes, más conocedores de este deporte que este servidor me dirán, “¡Ma´ que 120 tiros! Si hay muchísimos más por partido”. Lo mismo pensé yo, que Danny la había pifiado feo en el cálculo, pero parece que no, lo que pasa es que después de la implementación del reloj, los partidos se hicieron mucho más ágiles, lográndose muchísmos más tiros por partido que antes. ¡Tomá mate!
Y a falta de bizcochos le doy a estas castañas de cajú que me encantan. El problema es que son un tanto onerosas, los maníes son mucho más baratos, pero esos hay que acompañarlos con cerveza, el mate no les sienta del todo. ¿Y por qué serán más caras las castañas de cajú que los maníes? Al final son todas frutas secas dirá algún despistado, y a ese despistado se le podrá contestar que nones, que las castañas de cajú no son frutas secas, por más secas que parezcan. Son semillas. Son semillas de una fruta que tiene forma parecida a la pera, el “anacardo”, que también es comestible. Esta fruta crece en arbustos tropicales, en países tropicales, o sea bastante lejos de estas tierras. Además cada fruta tiene una sola semilla, lo que sumado a la distancia viene a explicar un poco el precio de estas frutas secas, perdón, semillas. Y ahora que sé que la castaña de cajú es una semilla entiendo porque nunca había conseguido que me la vendieran con cáscara.
No diga que no he abultado su bagaje cultural para lograr ser el centro de atención de la próxima comilona familiar; ya no va a ser falta que ahogue con altos porcentajes etílicos su sangre para destacar en las reuniones, no sea tímido y encare a ese grupo de señoritas a la voz de "a que no saben quién inventó los 24 segundos en el basquet", tiene el éxito asegurado. O mejor espere a un día de lluvia, que estas historias son siempre más eficientes bajo las nubes encapotadas.


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lunes, enero 15

Los mil y un usos de un barómetro


¿Creían que se habían librado de mí? Nones, se acabaron mis vacaciones y vuelvo a traerles algunas curiosidades perdidas en la interné.
De mis vicios, el café es el más inocente, aunque si hubiera vivido en tiempos del rey Gustavo III de Suecia tal vez no hubiera sido tan simple.
Parece ser que la realeza trae aparejada una cierta especie de paranoia congénita y uno, si tiene sangre azul, empieza a buscar conspiraciones y dagas escondidas entre todas las cortinas. Como el caso de este sueco loco, que estaba convencido de que el café era un veneno. Pero el bueno de Gustavo III de Suecia no se conformó con no tomarlo, sino que para demostrar su vaga intuición, ordenó a un reo tomar café todos los días y a otro tomar té. No me hagan hablar de la corrección ética del rubio monarca, que por creer veneno el café mandaba tomar todos los días a un reo del brebaje, porque seguro me salen con lo de ver la historia con el cristal de cada tiempo y no quisiera entrar en discusiones inútiles.
La cosa es que el experimento palaciego, que fue seguido por una comisión médica, fue un fracaso. Veamos cuál fue el orden de entradas al cementerio de la ciudadela: los primeros en morir fueron los médicos, después el rey, muchos años más tarde el condenado a beber té y por último el bebedor de café. Eso sí, el reo se mantuvo muchísimo más despierto que el resto.
Y hablando de historiedades, alguien de por acá tiene la más pálida idea de por qué se le dice Papa al Sumo Pontífice de la Iglesia Católica? Los que lo saben, pasen a la izquierda que se les convidará con unos refrigerios mientras los que no los saben acompáñenme que la historia, aunque corta, es interesante.
La palabra “Papa” no figura en ningún documento eclesiástico anterior a 1900 y no es una palabra propiamente dicha, es una sigla. Precisamente en 1908, Urbano II ordenó que se designara de esa forma a los pontífices, y la palabra corresponde a las iniciales de Pedro Apóstol Pontífice y Augusto.
Los que fueron a tomar el refrigerio pueden volver porque retomamos el espíritu académico del comienzo, porque vamos a transcribir aquí un recuerdo del presidente de la Sociedad Real Británica y Premio Nóbel de Química en 1908, Sir Ernest Rutherford, quien contaba la siguiente anécdota:
“Hace algún tiempo, recibí la llamada de un colega. Estaba a punto de poner un cero a un estudiante por la respuesta que había dado en un problema de física, pese a que éste afirmaba rotundamente que su respuesta era absolutamente acertada. Profesores y estudiantes acordaron pedir arbitraje de alguien imparcial y fui elegido yo.
Leí la pregunta del examen y decía: demuestre cómo es posible determinar la altura de un edificio con la ayuda de un barómetro. El estudiante había respondido: llevo el barómetro a la azotea del edificio y le ato una cuerda muy larga. Lo descuelgo hasta la base del edificio, marco y mido. La longitud de la cuerda es igual a la longitud del edificio.
Realmente, el estudiante había planteado un serio problema con la resolución del ejercicio, porque había respondido a la pregunta correcta y completamente.
Por otro lado, si se le concedía la máxima puntuación, podría alterar el promedio de su año de estudio, obtener una nota mas alta y así certificar su alto nivel en física; pero la respuesta no confirmaba que el estudiante tuviera ese nivel.
Sugerí que se le diera al alumno otra oportunidad. Le concedí seis minutos para que me respondiera la misma pregunta pero esta vez con la advertencia de que en la respuesta debía demostrar sus conocimientos de física.
Habían pasado cinco minutos y el estudiante no había escrito nada. Le pregunté si deseaba marcharse, pero me contestó que tenía muchas respuestas al problema. Su dificultad era elegir la mejor de todas. Me excusé por interrumpirle y le rogué que continuara.
En el minuto que le quedaba escribió la siguiente respuesta: tomo el barómetro y lo lanzo al suelo desde la azotea del edificio, calculo el tiempo de caída con un cronometro. Después se aplica la formula altura = 0,5 por A por t^2. Y así obtenemos la altura del edificio.
En este punto le pregunté a mi colega si el estudiante se podía retirar. Le dio la nota más alta.
Tras abandonar el despacho, me reencontré con el estudiante y le pedí que me contara sus otras respuestas a la pregunta. Bueno, respondió, hay muchas maneras, por ejemplo, tomas el barómetro en un día soleado y mides la altura del barómetro y la longitud de su sombra. Si medimos a continuación la longitud de la sombra del edificio y aplicamos una simple proporción, obtendremos también la altura del edificio.
Perfecto, le dije, ¿y de otra manera?. Sí, contestó, éste es un procedimiento muy básico para medir un edificio, pero también sirve. En este método, tomas el barómetro y te sitúas en las escaleras del edificio en la planta baja. Según subes las escaleras, vas marcando la altura del barómetro y cuentas el número de marcas hasta la azotea. Multiplicas al final la altura del barómetro por el número de marcas que has hecho y ya tienes la altura.
Este es un método muy directo. Por supuesto, si lo que quiere es un procedimiento mas sofisticado, puede atar el barómetro a una cuerda y moverlo como si fuera un péndulo. Si calculamos que cuando el barómetro está a la altura de la azotea la gravedad es cero y si tenemos en cuenta la medida de la aceleración de la gravedad al descender el barómetro en trayectoria circular al pasar por la perpendicular del edificio, de la diferencia de estos valores, y aplicando una sencilla fórmula trigonométrica, podríamos calcular, sin duda, la altura del edificio.
En fin, concluyó, existen otras muchas maneras. Probablemente, la mejor sea tomar el barómetro y golpear con el la puerta de la casa del portero. Cuando abra, decirle: "Señor portero, aquí tengo un bonito barómetro. Si usted me dice la altura de este edificio, se lo regalo".
En este momento de la conversación, le pregunté si no conocía la respuesta convencional al problema (la diferencia de presión marcada por un barómetro en dos lugares diferentes nos proporciona la diferencia de altura entre ambos lugares) evidentemente, dijo que la conocía, pero que durante sus estudios, sus profesores habían intentado enseñarle a pensar.
El estudiante se llamaba Niels Bohr, físico danés, premio Nóbel de física en 1922, más conocido por ser el primero en proponer el modelo de átomo con protones y neutrones y los electrones que lo rodeaban. Fue fundamentalmente un innovador de la teoría cuántica.
En este punto sería el momento ideal para insertar la moraleja edificante afirmando que es más importante pensar que memorizar, pero, ustedes saben, que lo mío nunca fue muy onda Esopo, así que ya saben, si ven a alguien con un barómetro en una terraza, guarda la pelada.


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sábado, diciembre 16

Entre Mc Donalds, IBM y la caida del pelo



Hay días en que las musas juegan a las escondidas y nos dejan de garpe frente a la pantalla o al papel, como si fuéramos extraños parias sin derecho a la inspiración.
Son esos días en que hay que recurrir a la violencia física para desgranar aunque sea dos caracteres seguidos con cierto sentido.
Aunque más que la violencia física, que no habiendo nadie cerca me tendría que infringir a mí mismo, y no soy muy dado al masoquismo, mejor sería una buena hamburguesa, ya que yo me inspiro con más de 200 calorías en el cuerpo. Hace ya varios años yo vivía en Buenos Aires, en estos casos todo era mucho más simple, salía a buscar el primer Mc Donalds y me pedía un combo gigante (si 200 calorías traían ideas, bajo la regla de la proprocionalidad, 800 debían ser una explosión de creatividad). Y cada vez que me enfrentaba a uno de esas cajeras sonrientes, apostaba mentalmente si esa vez podría engancharlas en un desliz marquetinero, pero nunca, nunca se equivocaron. Pucha con el lavado de cerebro de las grandes multinacionales. Hagan la prueba y fíjense si cuando les entregan el pedido la “M” de Mc Donalds está mirando hacia usted. Si no lo está, les pido un favor personal, regístrenlo graficamente, a falta de cámara fotográfica les acepto un bosquejo en una servilleta.
Y hablando de letras y sobre algo mucho más accesible por estas tierras tan alejadas de la mano, no ya del Señor, sino de las grandes cadenas de fast-food, les propongo un pequeño desafío, ¿a ver cuánto tarda en averiguar cuál es la única letra que no figura en una tabla periódica?. Dele, yo los espero, busquen una tabla periódica en alguna página de internet y díganme sus tiempos.
...
¿Ya está? ¿No? ¿Ni siquiera buscaron un mísero sitio? Claro, total, si yo se lo voy a decir en el siguiente párrafo, ¿no? Bueno, sí, para eso estoy acá. La única letra que no figura en la tabla periódica es la “J”. Justo la “J” que es la inicial de mi nombre, ¿será que no existe ningún elemento Javierilio, o Jardón. No sé, tal vez estemos en presencia de una conspiración internacional o de algún mensaje oculto de la naturaleza. Por si acaso mejor cambiemos de tema porque pueden estar leyéndonos.
Es más, mejor cambiemos radicalmente de tema, no vaya a ser cosa.
Cuenta la leyenda que Stanlin Kubrick, cuando estaba filmando su antológica "2001, Odisea del Espacio" quiso usar a IBM, la marca de la computadora más famosa del momento, para darle nombre a la acompañante de su protagonista en el viaje interestelar. Si alguien recuerda el film, se trataba de la mala de la película, mala, malísima, se volvía loca, cerraba y abría puertas, parecía una especie de Linda Blair de "El Exorcista" pero sin tanto vómito verde, pero con muchos más transistores. La cosa es que IBM no quería saber nada que su marca se relacione con una computadora que se volvía loca en cualquier momento (Bill Gates no fue tan escrupuloso e inventó Windows) así que prohibió que usaran su nombre en la película. Kubrick se encaprichó mal con el tema y finalmente tuvo que ponerle HAL a la computadora, que no es más que las letras inmediatamente anteriores a las que forman la palabra IBM.
Bueno, parece que tan mal no viene la cosa, al final salieron un par de anécdotas que pueden servirles para cualquier ocasión, inclusive para unos quince minutos de fama en el próximo cumpleaños de quince al cual sean invitados. ¿Eh? ¿Que quince minutos es muy pichulero? A ver si llegamos a media hora con ésta...
Leí por algún lado que cada año, el 98% de los átomos del cuerpo humano son sustituidos. Me quiero imaginar que son sustituidos por otros átomos de mi cuerpo. O sea, ¿o van cambiando de lugar y donde el año pasado tenía un pie hoy tengo el hígado?, ¿o dónde tenía la arteria femoral ahora están los molares superiores; o directamente soy otro?. ¿O sería algo así como que cada año renovamos todo nuestro parque automotor? Me gusta más la primera opción, prefiero estar todo mezclado que tener átomos ajenos y los propios dando vuelta por ahí.
Otra del cuerpo humano: ¿sabían que el cabello crece mas rápido durante la noche, y perdemos en promedio 100 pelos por día? Menos mal que hablan de promedio, porque me miro todas las mañanas y no me la creo esa de los 100 por día, me parece que en la curva de ese promedio yo salí perdiendo.
Bueno, ya está, lograron deprimirme, cada vez que hablan de mi pelo me pongo así. No, no, ya es tarde, no me vengan ahora que los pelados son más viriles, que parecen más inteligentes y que lo que pasa es que la creatividad recalienta las raíces capilares, me sé todos esos cuentos y no sirven de nada cuando en los picados de fútbol te gritan: “¡Ey, pasala Pelado!
¿Encima quieren que siga escribiendo? Ok, pero conste que lo hago contra mi voluntad, en total desacuerdo, y como señal de protesta le voy a tirar dos datos tan pusilánimes que cuando los cuenten en ese cumpleaños de quince todo lo trabajado hasta ese momento se va a diluir en un abucheo generalizado. No quiero quejas después.
Primero: Las ovejas no beben agua en movimiento. Jeh... ¿Pensaban que era broma lo mío? No, no, cuando me enojo puedo ser peligroso. Ahora digo yo, ¿será que no pueden tomar agua cuando viajan en tren o cuando están caminando?
Segundo: Los ojos de un hámster pueden salirse de sus orbitas si lo cuelgan cabeza abajo. Si fuera un poquitín sádico ya saldría a la primera veterinaria para comprobarlo, pero no se preocupen, no lo soy. Pero recuerden en contar esta curiosidad al final de la noche, puede llegar a salvar la velada cuando tres borrachos empiecen a buscar en la pieza de los chicos a ese ratoncito que tenía la Mariela en la pecera de vidrio, y toda la fiesta se desmadre en una orgía de desaforados con hamsters colgando cabeza abajo.
Que los disfruten en su próxima fiesta en un día de lluvia, yo me voy llorando bajito por mi melena perdida.


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