El Bruche espía la red

viernes, noviembre 24

Falta poco para Navidad



No falta tanto para comenzar a caminar por las calles y encontrar que todo ha mutado a los rojos y a los verdes, como si diciembre tuviera esa rara capacidad de tornazolizar todo a una bicromía navideña. Apenas unos días para que el espíritu de amor y de paz invada a los comercios en forma de oportunas ofertas y las tías gordas empiecen a ensobrar billetes de 10 para los sobrinitos.
Pero hay algo más que para estas fechas es cuasi obligatorio, y más si somos pobres empleados de una empresa, las tarjetas de Navidad.
Personalmente poseo un ancestral desagrado a mandar postales de Navidad cuando llega diciembre. ¿A ustedes no le pasa lo mismo? En la oficina o en la familia, siempre hay alguien que, mediando el 10 o 15 de diciembre, se nos acerca furtivo con la fatídica frase, “¿No sería tiempo de ir escribiendo las tarjetas?”. No hacen falta más explicaciones, uno ya sabe a qué se refieren y lo que es peor, qué esperan de uno. Y ahí nomás salir a comprar pedacitos de papel adornados con pinitos, enanitos o bolitas doradas, eso sí, a más doradas, más caras. Más de una vez me hubiera encantado conocer al inventor de esta magnifica tradición para enseñarle a jugar al mus inglés. Pero en esos momentos uno siempre piensa, “qué va a existir un inventor, estas cosas son milenarias, nunca existe un inventor único”. No, no, no, cuán errado puede uno vivir, no sólo existe un inventor, sino que tiene nombre y apellido. Vayamos a la historia.
Cuenta la leyenda, que a comienzos del siglo XIX vivía en Londres un grabador llamado Boerner, que aunque era un reconocido hombre de ingenio, disfrutaba de la soledad, lejos de todo el mundo, sobre todo en las fiestas navideñas. No se preocupen, no es la historia del espíritu navideño del pasado y del futuro, eso se lo dejo para Disney & Co.
Esta actitud no siempre era comprendida por sus familiares y amigos, que insistían en invitarlo en Navidad y Año Nuevo a sus fiestas y festejos. Cada año que pasaba le era más dificil escapar a tan solícitas peticiones, finalmente Boerner tuvo entonces una idea de la que jamás imaginaría sus consecuencias. Y así fue como el primero de enero de 1812, sus parientes y amigos recibieron una sorprendente carta. Dentro había una tarjeta en la que estaba dibujado el propio Boerner en actitud de salir de su casa, pero con la capa atrapada por la puerta, que se había cerrado a su espalda. Debajo del grabado había escrito lo siguiente: “Ésta es la razón por la que no puedo visitarte este Año Nuevo”. La misiva hizo tanta gracia que el ingenioso Boerner fue disculpado. A veces el humor es la cura de todos los males, decía mi tía Anacleta, mientras se zampaba las tortas fritas con dulce de leche a carcajada limpia del colesterol que la fulminó una tarde de primavera.
No obstante esta historia tan verídica y comprobable como la de mi tía Anacleta, la tarjeta que efectivamente es reconocida como la primera tarjeta de Navidad no se conoció hasta años más tarde. La propuso el londinense sir Henry Cole (¡qué bien le sienta a los ingleses el sir!, ¿no les parece?) en el año 1848. Este caballero, propulsor del arte y la cultura, encargó al pintor John Callcot Harsley que grabara en una tarjeta motivos navideños. El artista dibujó tres escenas rodeadas con un marco de hojas de hiedra. La del centro presentaba una numerosa familia de clase media reunida junto a una mesa sobre la que había abundantes alimentos. Pero se vivían tiempos complejos y Harsley y su tan sir mecenas Cole no pudieron escapar de las habladurías.
Alegando que incitaba a la gula, algunos sectores influyentes criticaron la tarjeta. Una crónica de la época llegó a decir lo siguiente: “No hay más que contemplar los rostros llenos de satisfacción de aquella familia y los ojos brillantes en los que se refleja la embriaguez de la bebida”. No, si para rebuscados los ingleses están mandados a hacer.
Inmediatamente se encargaron nuevas tarjetas, reemplazando las imágenes de Harsley por otras que mostraban a la Virgen y a Jesús, la mayoría de artistas famosos como Rafael, Fray Angélico o Botticelli. Convengamos que Cole fue a lo seguro.
Así que, queridos visitantes, hoy falta justito un mes para alzar las copas y abrazarse con ese primo que tanto odiamos los restantes trescientos sesenta y cuatro días del año, ¿ya tienen listas las tarjetitas?


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lunes, noviembre 20

El telemarketing que viene



España es cuna de muchísimas innovaciones en los campos más disímiles, pero cuando hablamos de marketing y comercialización uno siempre imagina que las novedades vendrán del lado de los norteamericanos, tan dados para los negocios ellos.

Pero éste no es el caso, nuestra querida madre patria ha incursionado con éxito en el ámbito comercial, específicamente en el telemarketing, y ha dado un paso supremo en los procesos de venta telefónica.
Ya no va eso de "buenas tardes, mi nombre es Norma, ¿sabía que con nuestra Obra Social..." o "buenos días, mi nombre es Alejandro, ¿sabía que con nuestro Seguro de Vida…", frases que ya son cosa del pasado. Vivimos en un tiempo mucho más ágil y dinámico como para andar saludando, ofreciendo, dubitando, aguardando decisiones... No, no, no.
Hasta nuestros hijos están mucho más acostumbrados que nosotros a las nuevas reglas del juego; gracias, justamente a los jueguitos. A los jueguitos y a los dibujitos, que como bien sabemos, están llenos de violencia y de sexo. Por eso estos nuevos procedimientos de venta a nosotros no podrán parecer fuera de lugar, pero a ellos seguramente le serán totalmente naturales, claro, el día que sean ellos los que atiendan el teléfono y cuando le pregunten "¿habla el jefe de la casa?" no nos pasen inmisericordes el tubo.
Así que ya se acabaron los "disculpe" y los "¿sabía que...", ahora es tiempo de los "no se atreva a cortar" o "páseme el número de su tarjeta de crédito o...", herramientas mucho más efectivas a la hora de vender una prepaga o un seguro de incendios, además de estar mucho más entonadas con el mundo que nos ha tocado vivir.
Y como les decía, es España la pionera en esta novísima cruzada por reactualizar todo el telemarketing mundial, sino, miren esta nota.
El equipo de Marketing Directo, como se hacen llamar estos nuevos empresarios, nos informanque ante el éxito de estos procesos en las empresas telefónicas, ya están comenzando a comercializar las técnicas a otros entornos, con resultados sorprendentes.
Para graficarnos los excepcionales resultados nos presentan a Jordi, quien nos cuenta que la otra tarde, cuando iba caminando hacia la casa de su novia, pasó frente a un local de ropa para skaters, de donde le saltó de repente un adolescente vestido con bermudas anchas y gorra. Lo sujetó de la cabeza y con una navaja contra su cuello lo obligó a comprar una remera estampada. Jordi hoy se lamenta que ni siquiera le hace juego con alguno de sus pantalones.
Otro relato escalofriante nos trae Juanjo, que estaba parado esperando la llegada del Metro cuando escuchó una explosión que le descajetó las neuronas. Cuando estaba a punto de correr hacia la salida, rememorando los drámáticos atentados de Madrid, lo detuvo un brazo femenino y le gritó: "¡Eh! ¿A dónde vas chaval? ¿De dónde viene tanto apuro? Que no ha sido nada, que te he explotado una bolsilla en el oído. Solo para que te espabiles. Que sólo ha sido una bolsilla esta vez, pero que te juro que si no te llevas este juego de lapiceras por tres duros, la próxima sí puede ser una bomba de verdad" Demás está decir que Juanjo es el feliz poseedor de un nuevo juego de lapicera fuente y boli que están de lujo.
Estos hombres de traje y modernos anteojos oscuros no demoran en explicarnos que estos dos casos son apenas dos experiencias pilotos para demostrar que ésta es la metodología que necesita el mercado de hoy.
Al despedirnos y mientras apenas me muestran, moviendo suavemente las solapas de sus sacos, dos impresionantes Lugger alemana calibre 9 mm ambos me saludan con un afectuoso, pero firme: "Nos estamos viendo, viejo, avisanos cuando sale este reportaje, y dale saludos a tu esposa que trabaja en la escuela 46 y a tu hijo, que le está yendo muy bien en natación".
¡Qué bueno que la gente se interese en los demás! ¿No?


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viernes, noviembre 17

¿Qué tienen de singular un avestruz y un elefante?



Todas las semanas escribo una columneja en el diario local de mi ciudad. En ella desgrano algunas curiosidades que voy encontrando en la red. Todos los viernes les voy a dejar una aquí. Espero que les gusten.

Hace un tiempo recibí un mail la mar de curioso, y que estoy seguro que alguno de ustedes lo recibió también, comenzaba con la misteriosa frase: “Es imposible lamerse el codo”. Misteriosa porque jamás se me hubiera ocurrido probar tamaña proeza, proeza que de seguro más de uno está intentando en este momento. Pero no se agiten, realmente es imposible, tampoco nadie nos diseñó para andar pasando la lengua sobre codos propios (de ajenos no decía nada el mail de referencia, pero antes de probar sería bueno preguntar al dueño/a de ese codo)
El caso es que esa pequeña aseveración me dejó pensando en cuántos axiomas intrascendentes pueden existir sin que lleguen alguna vez a nuestro conocimiento, no ya a mi computadora, porque tengo un excelente filtro.
Por ejemplo, ¿alguna vez pensaron por qué cuando alguien estornuda se le dice "salud" si justamente en lo que dura el estornudo el corazón se detiene aproximádamente un milisegundo? No se aflijan, la gente estornuda desde que el hombre es hombre y no nos andamos muriendo con cada resfriado que nos pesquemos, dele, estornuden que no nos asustamos.
Otro punto tan inculcado en historias folletinescas y comics es ver a una avestruz asustada que va y entierra su cabeza. Primero, nunca supe cómo hacían para enterrar la cabeza si no cavaban un agujero antes, pero, bueno, vaya uno a saber cómo es la tierra de accesible en donde viven las avestruces, lo que sí sé, por buena fuente, que se han hecho estudios en más de 200 avestruces, a lo largo de más de 80 años y en ningún caso se reportó que ninguna de ellas metiese la cabeza bajo tierra, y lo que es más significativo, ni siquiera lo intentase por más sustos que le aplicaran.
Escapando de reglas tan científicas y zoológicas, un conocido me aseguró que en cada capítulo de la serie americana Seinfeld hay siempre un Superman en algún sitio. Trato de esforzar mi memoria visual, pero en el intento confundo las imágenes y sólo recuerdo al Joey, el personaje de Friends, disfrazado justamente de Superman, imagen que me catapulta al recuerdo de Ross disfrazado de armadillo, escena que me saca totalmente del primer análisis y a la miércoles el rigor científico.
Hablando de mitos importados, tomemos por ejemplo el del nombre del Jeep, hay quien afirma que es originario de la abreviación del vehículo del ejército americano: "General Purpose Vehicle”, o sea "G.P." pronunciado en inglés.
O el otro mito, pero mucho más comprobable, de los colores de la marquilla de los cigarrillos Lucky Strike, hoy blanca con un círculo rojo rodeado de un aro verde militar. En un principio el paquete era totalmente verde, pero al llegar la Segunda Guerra Mudial, el estado norteamericano le solicitó a la empresa que deje de usar ese pigmento porque era el mismo que se utilizaba para el camuflaje para las batallas. Esto podría haber arruinado a cualquier marca, salvo que los dueños de Lucky fueron rápidos y sacaron la actual marquilla, con el disco rojo y un slogan de “Lucky también va a la guerra”. Se forraron los muchachos.
Ahora, dejando de lado tantos chivos juntos, que espero sean bien correspondidos la próxima vez que decida volver a fumar, regresemos a nuestros amigos los animales. ¿Ustedes saben, por ejemplo, cuál es el único animal que no puede saltar? No, rotúndamente no es Maria Marta Serra Lima, no se me pasen de vivos. Los únicos que no pueden saltar son los elefantes. Si uno lo piensa bien es bastante apropiado, por lo menos para los cuidadores de elefantes de circo.
Para terminar quisiera dejarles una historia simpática para contar en los días de lluvia. Cuentan que cuando los conquistadores ingleses llegaron a Australia, se asombraron al ver unos extraños animales que daban saltos increíbles (obviamente, como dedujo, no eran elefantes). Inmediatamente llamaron a un nativo, aclarando que los indígenas australianos eran extremadamente pacíficos, y les intentaron preguntar, mediante señas, sobre ese extraño animal que veían por primera vez. Luego de mirar alternativamente a los ingleses y a la sabana, a los ingleses y a la sabana, a los ingleses... Bueno, ustedes entienden, los nativos respondieron rápidamente. Desde ese día los pobres animalitos fueron bautizados con los fonemas que en ese momento pronunciaron los indígenas, "Kan Ghu Ru", que se transformaron en la palabra inglesa "kangaroo", osea canguro en nuestra lengua.
Ustedes me dirán, ¿y qué tiene de gracioso, curioso, a al menos anecdótico esta historia? No se me apure.
Años después los lingüistas determinaron que el verdadero significado de lo que los
indígenas querían decir con “Kan Ghu Ru" era "No le entiendo".
Asi que ya sabe, estimados, que si salen de viaje y llegan a alguna tierra donde desconozcan el lenguaje, no pregunten cómo se llaman esos animales que saltan, tenga paciencia que seguramente lo podrán leer en este blog.


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miércoles, noviembre 15

Cuando se empiezan a mezclar los tantos

El amigo Lacanna estuvo escribiendo sobre los periodistas estrellas, y lo insufribles que se pueden poner, especialmente, cuando escriben libros.
Pensando en eso me puse a "hojear" el sitio de Clarin y me encontré con esto.



La nota habla del alerta metereológico en la zona central de Argentina, y especialmente de los quilombos que la tormenta acarreó en las calles de Buenos Aires.
Hace hincapié en la posibilidad del granizo y para aprovechar la sensibilidad capitalina sobre este tema (a los porteños les hablás del granizo y comienzan a montar en una especie de ira incontrolable) le hicieron una nota a una mina dueña de un hostel de Rosario, ciudad atacada por esos malignos pedazos de hielo.
Hasta ahí, todo lógico dentro del manejo periodístico de Clarín, que se acuerda del interior sólo cuando tiene algo que ver con los temas porteños.
Pero lo ridículo de todo eso, y lo que me motivó para escribir esta nota es que ¡¡¡en medio del artículo ponen un link a la página del hostel!!! ¿La mina habrá canjeado sus declaraciones a cambio de una mención a su empresa? ¿Los periodistas de Clarín consiguen reportajes ofreciendo poner links en el sitio del diario? ¿El webmaster de Clarín es el primo de la dueña del hostel y puso el link sin que nadie se de cuenta?
Cualquier explicación es llamativa, para ser suaves.


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