El Bruche espía la red

sábado, julio 4

¿Hasta cuándo dijo, señor doctor?

¿Será nomás como dice mi amigo Gabriel, que todo esto no es otra cosa que una nueva campaña antiargentina? ¿Será nomás? Porque si es así vamos a tener que salir a los gritos, ya no con la consigna de derechos y humanos, sino de acostados y embarbijados y recorrer las ciudades cantando “el que no salta tiene tos”, o “ni gripe ni anginas, ¡inmunodeprimidos!”.

Y eso que yo le había esquivado bastante saludablemente a esos bichos cipayos con apenas un par de días en cama, días que todavía está en discusión si fueron producto efectivamente de esos malnacidos virus o solamente una reacción involuntaria a la visita repentina de mi señora suegra, es que uno somatiza cada cosa, qué quiere que le diga. El tema es que después de esas jornadas en cama enfrenté nuevamente el diario trajín sabiéndome más fuerte, más poderoso, victorioso frente al virus, un verdadero paladín de la salubridad pública y privada, desde ese día, inmune a cualquier ataque de peste que se precie.
Y ahí nomás empezaron a caer como moscas todos los integrantes de mi familia, que primero el menor incordioso, que luego la preadolescente, o sea la mayor incordiosa y finalmente, para no ser menos, mi media naranja, que por el color y humor predominantes, más que naranja tiraba más para el lado de los limones. La cosa es que de repente me vi envuelto en un caos impensable y del que fui saliendo a duras penas y con no pocas secuelas.
O sea, fue una semana de locos, vea.
Pero como dice el viejo refrán, no hay mal que dure cien años, ni cuerpo que lo soporte, y justo cuando uno ya pensaba que claudicaría renunciando a la paternidad, al sagrado matrimonio y hasta a la nacionalidad buscando asilo político en el primer país africano sin acuerdo de extradición con el nuestro, justo en ese momento en que las fuerzas nos abandonan y nos comienza a palpitar peligrosamente el ojo izquierdo, la madre de nuestros hijos nos dice que se siente mejor, que se va a levantar, que hasta está dispuesta a dar una vuelta por el living y ¡oh, sorpresa!, ¿qué es eso? ¿Nadie lavó los platos en una semana?
Mentira, burda mentira, que este servidor también se encargó de la loza como decía Tom, que los dioses lo tengan en la gloria.
Y uno vuelve contento al trabajo, contento de recuperar la vida común y corriente, feliz de haber rescatado la normalidad. Es que uno se conforma con poco, ¿vio? Pero nunca la dicha es mucha. Porque uno sigue siendo de carne y está visto que sabrosa para esos zocotrocos repodridos que andan dando vueltas por ahí, allá y acullá. O tal vez sólo hayan sido los que quedaron revoloteando por la casa, entre el comedor y la computadora, esperando a que yo pasara adormilado para saltarme inmisericordes a mi sistema inmunológico; el cual yo hacía tan poderoso, pero que dio muestras de la más vilipendiosa de las mediocridades, mire usted, una verdadera porquería.
Y acá estoy, otra vez arrojado a las fauces de la cama que se regocija de tenerme nuevamente abrazado y sin condena firme. De vuelta a vivir entre dos aguas, o sea a sudar frío cuando sube la fiebre y transpirar mares cuando baja; a tratar de leer pero abandonar el libro en un esfuerzo inútil o a buscar pararse y darse cuenta de que el mundo ha comenzado a girar a una velocidad desconocida y nadie nos ha avisado de semejante cambio.
Pero una vez que logramos mantener un equilibrio inestable y logramos dar los primeros pasos hasta la ventana y observar que allá afuera la vida sigue sin nosotros, nos detienen al grito de “inconsciente, ponéte el barbijo” o “volvé a la cama, ¿qué pretendés, contagiarnos a todos?” Y uno vuelve cabizbajo y meditabundo, medio tropezando con puertas y salientes de paredes -que no recordaba que estuvieran- y regresa al refugio entre las sábanas, verdaderas mazmorras de nuestra insania. Y así nos conformaremos a pasar las próximas horas, cual palestino tras la franja de almohadas, que a modo de barricada nos han impuesto estos tiempos de paranoia sin fin.
Es que pensándolo acabadamente, sin lugar a dudas mi amigo Gabriel tiene razón y esto no puede ser originado en otras manos que no sean espurias a los intereses nacionales y a los míos propios, y es por ello necesario buscar a los culpables, aunque sea para decirles que está bien, que nos rendimos, que nos digan cuánto debemos y que lo sentimos mucho. Pero otro día de barbijo no soporto más.

4 comentario(s):

Y bueno man, vamos a buscarle el bien a este mal entonces.
En el texto dijiste que sos un "Paladín", nunca más incorrecto, en todo caso serías un "Pretoriano", y en estos días de reposo y meditación tenés que proponerte como destino, llegar justamente a ellos.

Sólo para entendidos, como diría un aviso de Mercado Libre.

Salud, congoja... Y lo demás lo dejo a tu criterio.

Por Blogger pH, a las sáb jul 04, 12:13:00 p. m.  

Pretos?
Yo diría mas, apuntaría a imperanos. O, como maximo objetivo, caballitos.
Que se mejore Bruche, y que en estos dias en cama sirvan para algo util (cofcoftraviancofcof).

Por Blogger Agustín Juliani, a las sáb jul 04, 12:28:00 p. m.  

lo bueno es que te deja inmunidad, diría tu amigo Gabriel... típico caso de algo que no si no mata, te fortalece. algo es algo.

havrasón!

Por Anonymous Anónimo, a las jue jul 16, 02:31:00 p. m.  

COMUNICATE CONMIGO BRUCHE...
LATIGGRA@HOTMAIL.COM... AGREGAME
QUE NECESITO PREGUNTARTE ALGO MUY IMPORTANTE

Por Anonymous Anónimo, a las dom ago 09, 01:14:00 a. m.  

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